Introducción
“La protección de la Libertad Sindical reside en el hecho de que, tal como hoy es universalmente aceptado, el movimiento sindical ha pasado a constituir uno de los pilares sociales fundamentales que sustentan las sociedades democráticas”
(Mujica, 1999: 69)
La reflexión sobre la organización sindical y su incidencia se realizan desde una perspectiva gremial, pero también política, pues los sindicatos desarrollan su acción en un escenario social conflictivo y contradictorio. En este actúan fuerzas sociales con intereses opuestos y en confrontación; la organización representa una de esas fuerzas que desarrollan su quehacer en una realidad social, cultural e histórica particular.
La organización sindical tiene una dimensión global. El movimiento obrero es una de las pocas estructuras que tienen carácter mundial. Van desde la base de la sociedad en los lugares de trabajo hasta las organizaciones internacionales. De esta manera, la organización posibilita, por un lado, la constitución de una fuerza social con capacidad de defender los derechos y las reivindicaciones legítimas y avanzar en la construcción de la justicia laboral, económica y social con incidencia global.
La capacidad de incidencia de la organización sindical no solo esta en relación con el contexto, también es tributaria de las decisiones internas que tomen para enfrentar los retos que presenta la realidad social y laboral.
Contexto
El contexto social en el que interviene el movimiento sindical y la CEOSL es el de globalización neoliberal. Se caracteriza por profundos cambios económicos, políticos y sociales que han dado lugar al desarrollo de la ciencia y tecnología, a la conformación de bloques económicos y recrudecimiento de disputas comerciales que provocan invasión de territorios y guerra.
La revolución tecnológica, más conocida como revolución 4.0, ha tenido un profundo impacto en los proceso productivos. El involucramiento de tecnologías disruptivas para lograr la alta automatización representa una clara tendencia a la desaparición del empleo asalariado (Foladori y Ortiz-Espinoza, 2022). Esto se evidencia en el afianzamiento de la división internacional del trabajo, división sexual del trabajo, aparecimiento de una nueva división del trabajo entre humanos y máquinas, y suplantación de la mano de obra humana por máquinas. Esto modifica el perfil profesional u ocupacional de los trabajadores, suplantando a los antiguos por jóvenes más versados en la industria digital. Con la intensificación del trabajo, se eliminan tiempos muertos y, por lo tanto, se reduce el tiempo de rotación del capital, situación que acelera la explotación y la productividad. En general, se avanza en la tendencia a la concentración del capital, el monopolio y el control del capital y el conocimiento y el poder por parte de los grandes monopolios trasnacionales.
En el avance de la revolución 4.0, las maquinas remplazan trabajadores, con ello se incrementarán en millones los desempleados y subempleados, aumentando la pobreza y la exclusión social, el Foro Económico Mundial indica, la automatización del trabajo aunada a la crisis global, ha hecho que trabajadores pierdan su puesto de trabajo en el 2020, a un ritmo acelerado, los humanos seguirán perdiendo su trabajo a favor de maquinas y computadoras y esto podría producir la perdida de hasta 85 millones de puestos de trabajo en los próximos cinco años (Informe 2020, El Futuro del Trabajo).
Desde luego que los nuevos avances tecnológicos crean también nuevos espacios de trabajo, como el trabajo en casa, que creció con la pandemia, sobre todo en el desarrollo y manejo tecnológico y los servicios. Pero no parece que pueda remplazar todos los puestos de trabajo perdidos. Y, además, el trabajo a domicilio no permite la interacción de las personas y su organización. Una de las consecuencia de todo ello es una brecha mayor entre industrias y países. Esta contradicción se mantendrá mientras el salario sea la forma más generalizada de redistribución de la riqueza material.
En síntesis, el mundo del trabajo se puede caracterizar en este momento como extremadamente conflictivo, con un avance tecnológico que impulsa la reconfiguración productiva acelerada. Existe un mercado de trabajo crecientemente violento, donde predominan la desregulación, la flexibilización laboral, la informalidad y los salarios bajos: en general, un contexto de pauperización del empleo, sin acceso a la seguridad social, donde las brechas laborales de género se incrementan.
En este escenario complejo llega el COVID-19, no solo para poner en mayor riesgo la vida y el acceso a derechos, sino también para evidenciar una crisis estructural que ha superado con creces otros momentos de depresión económica y política. La crisis que vivimos hoy la podemos considerar humanitaria y civilizatoria, porque pone en cuestionamiento las relaciones capitalistas de producción y consumo.
En el campo laboral ecuatoriano, la pandemia sirvió de pretexto para implementar medidas de flexibilidad laboral. En junio de 2021, con la iniciativa del gobierno de Lenin Moreno, la Asamblea Nacional aprobó la Ley Orgánica de Apoyo Humanitario (LOAH), única medida tomada por el gobierno para gestionar la crisis de producción. Esta ley fue presentada por empresarios como solución para proteger el empleo. Dicha norma asegura que el personal asuma integralmente los efectos de la crisis, protegiendo a las empresas y sus ganancias. La LOAH habilita el despido, reduce la jornada laboral —por lo tanto, el salario— y alarga la jornada laboral de ocho a doce horas. Además, como el Frente Unitario de Trabajadores, FUT lo ha mencionado, hasta el momento se ha despedido alrededor de un millón y medio de trabajadoras y trabajadores usando la LOAH.
Esta crisis, aunque afectó a toda la sociedad, ha tenido impacto diferenciado en los sectores más vulnerables: trabajadores del agro, trabajadores del cuidado, mujeres, niños, niñas, diversidades étnicas y sexo genéricas.
Este escenario adverso en el que diariamente se deterioran las condiciones de vida y trabajo coloca a la organización sindical en una encrucijada: mantener la estructura actual o cambiar. Desde nuestra historia de resistencia, victorias y lucha tan presentes en la vida sindical es preciso avanzar en procesos de liberación. La organización sindical en su dimensión local y nacional tiene la capacidad de convertirse en una herramienta para la construcción de justicia laboral, económica y social.
Situación interna, crisis y retos
Si bien el grado de fortaleza del movimiento sindical tiene relación directa con el contexto global, la legislación y políticas nacionales, así como la organización de la producción, también depende de las decisiones internas, de las estrategias que asumen las organizaciones en respuesta a los cambios que se producen en el mundo del trabajo. Asimismo, el crecimiento de las organizaciones y poder sindical, también obedecen al conjunto de políticas que la estructura tome para enfrentar los retos del contexto y las demandas de sus afiliados, así como la nueva composición de la clase trabajadora.
La organización sindical está atravesando por uno de los momentos más difíciles, no solo por el contexto adverso que tiene que enfrentar, sino también por las decisiones internas. La acción sindical debe enfrentar varios retos, entre ellos, su representación. Desde el nacimiento del sindicalismo, la acción de las organizaciones ha procurado representar los intereses de los trabajadores en general; sin embargo, en la práctica, existen dificultades para afiliar, organizar y representar a todos quienes pertenecen a varios sectores laborales: trabajadoras y trabajadores precarios, mujeres, jóvenes, migrantes tercerizados, autónomos, trabajadoras y trabajadores cualificados (profesionales) y trabajadores de las diversidades sexo genéricas y de las disidencias quedan fuera de la protección sindical por limitaciones legales. En el caso ecuatoriano, existen normas específicas que limitan la sindicalización de los servidores públicos, o sea, por dificultades organizativas. Mucho más difícil es la articulación sindical con trabajadores de la economía informal, de las micro y pequeña empresas y trabajadores de las nuevas formas de trabajo digital.
Por todo ello, es urgente diversificar la respuesta sindical hacia colectivos específicos. Asimismo, se debe conseguir la generalización de reivindicaciones que motiven la afiliación sindical —como esta seguridad— y seguridad en el empleo, formación profesional, carrera profesional y flexibilidad sostenible, entre otras.
La estructura sindical actual está constituida por centro de trabajo, por empresa, por instituciones y afincadas en los niveles territoriales. Esto constituye un obstáculo para organizar a sectores laborales que demandan estructuras organizativas diversas y plurales, que superen fronteras, latitudes y esquemas tradicionales y del sindicalismo.
Asimismo, los centros laborales han cambiado, debido a la revolución digital, la reconfiguración laboral ya mencionada. La estructura productiva ahora es más difusa, en cuanto a las composiciones accionariales, al estatus laboral de quienes trabajan y localización física. Esto dificulta las relaciones, el diálogo, la unidad, organización y movilización entre trabajadores.
Fortalecimiento de CEOSL; Hacia Un Sindicalismo de Masas
Partamos de una clásica afirmación de Paulo Freire: “Nadie libera a nadie, ni nadie se libera solo, son ‘las personas’ quienes en comunión se liberan”. Hay, pues una dimensión colectiva o comunitaria en la base de los procesos sociales.
La organización sindical, por su rol en el mundo del trabajo, responde a momentos históricos concretos, a los grados de industrialización y a las formas de organización del proceso productivo. Cuando el mundo experimenta un grado de desarrollo elevado en la revolución 4.0 que da pie a nuevas formas de organización del proceso productivo y los niveles abrumadores de exclusión social, para la organización sindical renovar su estructura, su práctica y sus rutinas es un imperativo histórico.
El sindicalismo ecuatoriano se desarrolla en un entorno con un legado ancestral potente: está cruzado por el pensamiento andino, que se expresa en prácticas y relaciones que tienen como centro lo colectivo. Para los pueblos no es posible vivir desde la individualidad; el ser solo es desde lo colectivo y en relación con el mundo, con la naturaleza. La cosmovisión andina puede ser un motor que consolide la unidad y con ello la capacidad de lucha, de incidencia y transformación de la realidad actual y de superación del individualismo y el egoísmo que ha permeado al sindicalismo.
Por otro lado una mirada atenta a la actoría del movimiento de mujeres y a su capacidad de movilización y convocatoria, nos hace pensar que las relaciones de sororidad, hermandad y de cuidado pueden constituirse como alternativas que posibiliten gestar y parir un sindicalismo articulado a las luchas que se dan en todos los escenarios: en el cuerpo, en el ámbito doméstico y en el escenario público: la construcción de poder alternativo se juega desde la cotidianidad en todos los espacios privados y públicos.
Recomendaciones
La realidad nos obliga ha avanzar, en acuerdo con toda la militancia, en el fortalecimiento y la renovación de la organización. Proceso en el que deben participar toda la militancia de la CEOSL de manera consciente.
Es urgente repensar la organización a la luz del horizonte político de clase y de las circunstancias sociales que atraviesan la vida y trabajo de la gente, esto requiere un ejercicio de imaginación y creatividad potente. Ahora más que nunca necesitamos un movimiento sindical que ponga la vida digna en el centro de la lucha.
1. Dirección colectiva y gobernanza sindical
Es indispensable no solo para renovar la gestión sindical y asegurar su eficacia, sino también para la recuperar la representación de todos los trabajadores y la credibilidad de la poblaciòn:
– Fortalecer la democracia sindical con dirección y acción colectiva para superar el caudillismo y la estructura vertical
– Desarrollar reuniones del CEN con los secretarios generales y presidentes de las federaciones que permitan coordinar las acciones sindicales
– Estructuración de equipos de trabajo articulados al CEN
2. Políticas de sindicalización y campañas de afiliación sindical
Las políticas de sindicalización y las campañas de afiliación sindical deben poner énfasis en los nuevos sectores de trabajadores, se deben estructurar organizaciones que respondan a los retos de la nueva organización del trabajo
– Campaña de afiliación sindical en todos los niveles y todas las organizaciones
– Avanzar a la estructuración de sindicatos por rama de trabajo con prioridad en el sector de la agroindustria; trabajo de cuidado; hotelería, servicios mineros y petroleros; trabajadores del deporte; trabajadores de la económica popular y solidaria; trabajadores informales.
– Estructurar federaciones por rama de trabajo con prioridad en el sector público: reestructurar la FETRALME; estructurar la Federación de trabajadores de la administración central; federación de trabajadores del deporte; Fortalecimiento de FENACLE
– Fortalecimiento de las federaciones provinciales y cantonales; reestructuración de las federaciones provinciales y cantonales que se encuentran acéfalas
– Iniciar un proceso de reflexión y debate sobre el sindicalismo de masas.
– Fortalecimiento del Frente Nacional de Mujeres con expresión en los sindicatos y provincias
– Reestructuración de un espacio de acción y representación sindical de la juventud trabajadora.
3. Comunicación
Los cambios tecnológicos que ha experimentado el mundo han tenido un fuerte impacto en la comunicación y la velocidad de información que se trasmite a través de distintos canales, especialmente las redes sociales. Lo que no se comunica, no existe. la CEOSL debe estar consciente de que la identidad, el grado de unidad, de fortaleza y capacidad de lucha está estrechamente vinculada a la capacidad comunicacional
– Estructuración de un equipo especializado en comunicación
– Fortalecimiento de los canales de comunicación interna y externa
– Campaña de nueva imagen de la CEOSL
– La CEOSL digital defendiendo los derechos; desarrollar una App sindical que asegure servicios sindicales virtuales.
4. Negociación colectiva y resolución de conflictos colectivos
La negociación colectiva es la principal forma de democratización de las relaciones laborales. Este instrumento permite la canalización del conflicto entre capital y trabajo; no lo resuelve, pero contribuye a mejorar las condiciones laborales y a redistribuir el poder en el mundo del trabajo.
– Constitución de grupos de especialistas en negociación colectiva y resolución de conflictos
– procesos de investigación que permitan argumentar las demandas del pliego colectivo.
– Hoja de ruta para la NNCC en el sector público y privado
5. Unidad
La unidad es un valor fundamental del sindicalismo. Es la expresión de la lucha de trabajadores en contra de la explotación para demandar derechos y construir un horizonte común.
– Al interior de los sindicatos hay que asegurar la cohesión de las personas afiliadas en torno a los intereses particulares que se generan en el lugar de trabajo; en la rama, hay que cerciorarse de que aglutine a trabajadores de una misma actividad.
– En los niveles nacionales, considerando la gran cantidad de centrales sindicales, es un desafío generar espacios de diálogo intersindical entre todas, incluso poniendo como centro de la unidad de acción el trabajo, los derechos y la libertad sindical. Esta articulación sindical no puede ser exclusiva del ámbito nacional; es necesario consolidar la dirección de clase, la agenda y la acción colectiva unitaria en el país, en la región y a nivel global.
– La unidad debe darse en medio del respeto y promoción de la diversidad.
6. Las alianzas y convergencias
Situar a los intereses y objetivos de la clase trabajadora en toda su diversidad y complejidad nos obliga a pensar en las alianzas con otros sectores sociales con los que compartimos objetivos comunes. Posibilitan al sindicalismo aglutinar fuerzas y ampliar la capacidad de acción, de movilización y construcción de alternativas. Las alianzas implican una acción estratégica para tejer redes con la sociedad; en nuestro ámbito, podemos identificar actores sociales como aliados naturales: movimiento indígena, movimiento campesino, movimiento feminista, organizaciones barriales, organizaciones ecologistas, colegios de profesionales, defensores de derechos humanos, fundaciones y organizaciones no gubernamentales. Además, una alianza importante son las universidades, con quienes se puede desarrollar procesos de investigación, educación y apoyo jurídico.
Las alianzas requieren de respeto a la autonomía de las organizaciones, diálogo y transparencia. Nos posibilitan acumular fuerza y poder para luchar por los objetivos e intereses de los sectores populares.
La historia de la CEOSL es de luchas, de conquistas, victorias, también de derrotas, nuestra matriz la CEOSL es una organización de resistencia y tiene la capacidad de reinventarse. Es el momento de recuperar su papel revolucionario, la tarea es organizar y luchar por todos, por todas. Queda hacia adelante “inspiración y creación heroica”.
12 de noviembre de 2022
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